Contratamos por el Hard y despedimos por el Soft

El primer paso para contratar a alguien es definir el perfil que vamos a buscar. Nuestro cliente (interno o externo) nos va a pedir una serie de conocimientos, títulos académicos y años de experiencia laboral realizando unas tareas muy concretas. Esto es lo que se conoce como Hard Skills o habilidades duras. En muchos procesos de selección, no podremos valorar la alineación entre los valores de la compañía y los del candidato: por falta de tiempo, de candidatos, de interés... Eso sí, intentaremos cumplir al máximo con las habilidades Hard que hayamos definido.

Cuando hayan pasado unas semanas o meses y volvamos a hablar con nuestro cliente, muy posiblemente nos hable del candidato en términos Soft, es decir competencias interpersonales adquiridas en la vida diaria. "Le apasiona lo que hace, no se esfuerza en aprender, es un pasota, en pocos meses ha sido capaz de liderar el departamento...".


Las habilidades Hard son mucho más fáciles de valorar en un proceso de selección. Basta con una pequeña prueba profesional, unas cuantas preguntas técnicas o la capacidad de resolver problemas que tenga el candidato. Sin embargo, las Soft están escondidas y se necesita más habilidad para hacerlas aflorar durante el proceso de selección.

Evidentemente, lo ideal es que nuestros candidatos cumplan el perfil tanto de habilidades técnicas como personales, pero eso suele ser muy complicado. Formar a alguien técnicamente puede ser más o menos costoso, pero es imposible fomentar habilidades como la escucha activa, la asertividad o el trabajo en equipo.

Por ello, además de preocuparnos por las Hard Skills, antes de iniciar un proceso de selección, deberíamos plantearnos los valores, las competencias personales más valoradas en la compañía o el departamento. Si no lo hacemos así, contrataremos a las personas por lo que saben hacer y las despediremos por lo que no pueden ser.

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