Sólo es una relación contractual

Cualquier relación laboral se rige por un contrato. Puede tener diferentes modalidades, formas y objetivos, pero siempre será un contrato el que regule la relación entre el empleador y el empleado, salvo que exista fraude de ley por ambas partes.

Es algo evidente, pero que en muchas ocasiones pasa desapercibido para ambas partes pocas horas después de haberlo firmado. Por partes:

  • Los firmantes aceptan todas las condiciones recogidas en el documento. Por lo tanto no tiene ningún sentido quejarse después de la firma de los aspectos aceptados inicialmente (horario, salario, categoría profesional, tipo de contrato, etc.)
  • Por mucho que políticos, patronal y sindicalistas se empeñen en lo contrario, la relación se basará en la ley de la oferta y la demanda. Dependiendo exclusivamente de la situación del mercado laboral cada una de las partes tendrá mayor ventaja o desventaja en la negociación. En los últimos años han bajado porque se ha mantenido la oferta de empleados pero ha bajado considerablemente la demanda. Unos años atrás era justo al revés y existían sueldos desorbitados. 
  • Al inicio de la negociación ambas partes están en igualdad: el empleado necesita un trabajo y la empresa un trabajador, por lo que todos ganan.
  • Si el empleado encuentra un trabajo con mejores condiciones, cambiará de empleo. Ya hablamos del compromiso en este blog. Nadie se compromete si no cree que va a sacar algo de provecho a cambio, ni la empresa ni el empleado. Lo demás es romanticismo absurdo que genera frustración.
  • Si una empresa encuentra a un trabajador más barato, cambiará de empleado. El punto anterior está socialmente mucho más aceptado que este, pero recordemos: relación contractual.
  • Al cabo de un tiempo de la relación, ninguna de las dos partes debería tener deudas con la otra, por lo que no tienen sentido frases del tipo "¡con lo que yo he hecho por esta empresa!" o "este empleado es un cáncer". El empleado ha cobrado por hacer el trabajo y la empresa ha decidido mantener a ese empleado en su lugar, por lo que algo bueno tendrá.
  • Ambas partes tienen libertad para romper la relación cuando quieran, por lo que no tiene ningún sentido quejarse sin hacer nada. O cambias de empleo o de empleados. Eso sí, deberás plantearte antes si alguien querrá comprar tu producto (el trabajo en el caso del empleado y la empresa y las condiciones en el caso del empleador). Si sólo te quejas, estás dando a entender que tu producto es malo y serás incapaz de engañar a alguien más.
Lo sé, suena frío, calculado e impersonal. Va en contra de lo que predican los departamentos de gestión de personas, pero piénsalo: es así. Se acabó el amor desinteresado.

A partir de aquí, empezamos a trabajar, y tratamos a la otra parte como a un cliente interno al que fidelizar, al que enamorar superando sus expectativas. Al igual que hacemos con nuestras parejas, la empresa y el empleado debe enseñarle cada día lo mejor de sí misma a la otra parte para atraer a los mejores empleados o a las mejores empresas, pero sin abandonar la sangre fría para abandonar a aquellos empleados o empleadores tóxicos. Es momento de abandonar el romanticismo y ponerse manos a la obra, pero de verdad. Nadie nos será fiel porque sí. El amor es ciego, pero la pasión dura unos pocos meses. O hay algo más o se acaba.

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