No quiero sentirme como un número

Entre los años 1924 y 1932 en Hawthorne Works, una fábrica situada en las afueras de Chicago, se quiso comprobar si las variaciones en las condiciones de luminosidad del entorno de trabajo afectaban a la productividad. En estos estudios se comprobó que al aumentar la cantidad de luz, la productividad aumentaba, pero sorprendentemente sucedía lo mismo cuando disminuía la luminosidad. Las conclusiones de los estudios llevaron a pensar que el aumento de la productividad no venía por el cambio de iluminación, sino por un incremento en la motivación de los trabajadores al sentirse objetos de estudio. Posteriormente, se han repetido estudios similares en los que se cambiaban aspectos como la limpieza, reubicación de material, etc. En todos los casos, el resultado es similar: aumentamos nuestra productividad cuando sentimos que nos observan. Años más tarde, estos experimentos han sido criticados por su falta de rigurosidad metodológica pero, en cualquier caso, los resultados dan que pensar.

Hoy en día, hablando con familiares, amigos o conocidos, son muchas las personas que asocian que en una empresa grande las personas son tratadas como números, a diferencia de empresas de menor tamaño que pueden permitirse un trato más directo y personal. El sentimiento que produce la alienación de creer que somos como un número es el opuesto al que, según los experimentos de Hawthorne Works, produce una mayor productividad. A todos nos gusta tener a alguien pendiente de nosotros.

En este tipo de conversaciones, suelo preguntar como es RRHH y como se gestiona en esa empresa. Casi siempre me lo describen como un departamento puramente administrativo que el trabajador visita muy pocas veces para realizar trámites burocráticos y además, cuando lo hace, suele tener sensación de recelo.

Uno de los grandes retos de la gestión de personas en empresas de mayor tamaño es la necesidad de estar con la gente. No es necesario que vengan a buscarnos. Salgamos del despacho, bajemos a las naves y empecemos a relacionarnos de tú a tú con el personal más importante de nuestra organización. Demos confianza, seamos cercanos y abandonemos de una vez nuestro halo de divinidad absoluta. Sólo de esta manera conseguiremos que el empleado 5555 pase a llamarse Ana, madre de dos hijos a los que quiere con locura y debe dejar con su abuela durante un par de horas por la tarde porque no llega a recogerlos al colegio, casada con un señor que es comercial y aficionada a la fotografía. Cuando este cambio se produzca entenderemos mucho mejor su sacrificio para no tener que pedir una reducción de jornada por guarda legal y sabremos a quien pedir consejo para comprarnos una cámara de fotos nueva ;)

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