Dame motivos (para motivarme)

La motivación puede definirse como un proceso interno que activa, dirige y mantiene la conducta hacia un objetivo por lo que dicho proceso conduce a las personas a dirigir sus esfuerzos a alcanzar una meta. 

¿Dónde nace la motivación? Evidentemente de los objetivos que nos marquemos. Si debo hacer algo para conseguir mis objetivos, querré hacerlo. De lo contrario, no haré nada.

Es una definición muy académica y formal. Parece evidente en la teoría, pero a veces nos cuesta llevarla a la práctica. Todos queremos equipos motivados, gente que tire del carro, pero... ¿hacia dónde? Es imposible contar con empleados motivados si desconocen los motivos para hacer su tarea. Este es un problema que podemos tener a gran o pequeña escala. Si pido a un administrativo/a un informe con unos datos concretos y no le doy más información, le estoy limitando. Hará ese informe porque es su obligación y porque necesita un dinero a final de mes. En cambio, si le explico para qué necesitamos el informe, le estaré haciendo partícipe de mis objetivos, incrementando su motivación en la tarea. En ese momento, es posible que, además de hacer el informe, aporte alguna idea sobre el formato de presentación, los datos que debe contener, etc.


Las personas que forman una organización tienen diferentes objetivos y, por lo tanto, no todos los motivos serán igual de motivadores para todo el mundo. En el peor de los casos, aunque no comparta los motivos, es muy posible que los entienda.

Si es tan sencillo, ¿por qué nos cuesta tanto aplicarlo? Las prisas del día a día, la poca importancia que podemos dar al trabajo que delegamos o el miedo a compartir "toda la información" pueden ser la causa de que asignemos tareas a nuestros equipos como si fueran robots, es decir, sin explicar la importancia que tiene esa tarea.

Seamos justos, si tratamos a las personas como máquinas de ejecutar órdenes sin plantearse nada, no les pidamos después compromiso, fidelidad o iniciativa.

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