La vuelta del aprendiz

Hace ya bastantes años, existía una figura laboral que con el paso del tiempo y la llegada de épocas de bonanza económica cayó en el olvido: el aprendiz. Esta figura laboral partía de la idea de que la formación no aporta todas las herramientas necesarias para desarrollar un trabajo a pleno rendimiento y hay cosas que sólo se aprenden sobre la marcha. Esta figura tenía un gran protagonismo en los "oficios tradicionales". El objetivo era acabar de formar en la práctica a una persona más o menos joven que desarrollase su carrera profesional en un sector concreto. Mientras el empleado aprendía, cobraba un salario casi simbólico que se iba incrementando a medida que se demostraba mayor profesionalidad.

Con la llegada de la burbuja de la construcción, esta figura se fue diluyendo, ya que los aprendices de cualquier oficio podían encontrar un trabajo muy bien remunerado en el sector del ladrillo sin aportar ningún valor añadido: ni experiencia ni formación. Esta situación hizo que muchos chavales que estaban aprendiendo (en el trabajo o en el aula) abandonasen su formación para dedicarse a la construcción.

Cuando la burbuja estalló, la gran mayoría de estos jóvenes pasaron a engordar las cifras del paro hasta unos índices inimaginables hace unos pocos años. Hoy por hoy, el paro juvenil supera ya el 50%. Contamos con la generación mejor formada de la historia y no somos capaces de aprovecharla de ninguna manera. 



Si el objetivo es reducir el paro, debe conseguirse que las empresas contraten. Si además tenemos una población crítica que es la más joven, necesitamos fomentar la contratación de estas personas. En cambio, desde el punto de vista de muchos empresarios, contratar a alguien joven no supone ninguna ventaja: cuesta lo mismo a la empresa, aporta poca profesionalidad porque no conoce el oficio y tiene poca experiencia en el mercado laboral.

Tal vez, este sea el momento de reconocer que conseguir un puesto de trabajo bien remunerado cuesta un esfuerzo. Para cobrar mucho, necesito aportar mucho y la formación académica suele ser insuficiente en la mayoría de puestos de trabajo a cubrir por las empresas. En algunos países que solemos considerar modélicos, se aplica la fórmula del aprendiz, ligada a la propia formación del individuo. Alemania, Francia o Suiza, por ejemplo, aplican este sistema.

Algunos pueden pensar que entonces acabaríamos como Alemania y sus "minijobs", pero si un profesional demuestra formación y experiencia en un campo concreto, tendrá muchas más posibilidades de acceder a un  puesto de trabajo bien remunerado que si sólo aporta formación académica y muchos años de paro.

La ventaja como país está clara: profesionales mejor formados suponen un país más competitivo frente a una competencia que cada vez es más fuerte en la mayoría de sectores.


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