¿Y si la democracia se nos ha ido de las manos?

La democracia está sobrevalorada. Suena casi a provocación, pero sus mayores defensores en España se echaban las manos a la cabeza cuando vieron que un mafioso reconocido como Jesús Gil acababa siendo alcalde de Marbella o que Ruiz Mateos obtenía la inmunidad frente a la justicia española al conseguir ser eurodiputado. 

Casos más recientes son las victorias electorales del PP a nivel nacional o en Valencia a pesar de contar con el mayor número de casos de corrupción desde la transición, la victoria del PSOE en Andalucía a pesar del caso de los ERE, o la de Convergencia en Cataluña, un partido que ha tenido que cambiar ya varias veces de nombre para evitar que le sigan asociando con los casos de corrupción que le persiguen. Es curioso que los políticos de todos estos partidos se autoproclamen los salvadores de la “democracia” cada vez con mayor asiduidad. 

A nivel internacional, la democracia ha llevado a Trump a la Casa Blanca y a los ingleses fuera de Europa por el Brexit. 

A los defensores a ultranza del modelo democrático les cuesta explicar que un país como China esté cosechando los mayores éxitos económicos del planeta y esté a punto de convertirse (si no lo es ya) en la mayor potencia mundial. También se rasgan las vestiduras cuando ven como la ultraderecha va cosechando cada vez mejores resultados en muchos países.

Posiblemente la democracia es el sistema político menos malo, pero no es infalible, sobre todo si tenemos en cuenta lo relativamente fácil que es manipular a las masas.


A nivel laboral, hay quien tiende a pensar que toda decisión tomada de forma democrática será mejor porque dos cabezas piensan más que dos. Es cierto que este tipo de decisiones suele contar con más puntos de vista y con una mayor aceptación de la solución por parte del grupo. Otra ventaja importante es que el conjunto de experiencias y conocimientos es mayor.

Sin embargo, esta idea de democratizar la toma de decisiones no siempre es la mejor opción:

  • La toma de decisiones se vuelve mucho más lenta y en ocasiones es necesario actuar con rapidez.
  • El coste económico de la decisión es mayor al necesitar de más tiempo de más personas.
  • En todo grupo, la mayoría acaba ejerciendo presión social sobre la minoría para que éstos acaben opinando como el resto.
  • La responsabilidad de la decisión se acaba diluyendo en el grupo, por lo que habrá una tendencia a que nadie acepte asumir las consecuencias si las cosas no salen bien.
  • Es posible que algunos miembros del grupo tengan diferentes intereses individuales que afecten a la decisión grupal.

Hay directivos que entienden el grupo como un fin y no como un medio para encontrar la mejor solución y esto es un grave error. Cada situación debe ser tratada y analizada de forma diferente, de forma que en algunos casos será mucho más conveniente que la decisión la tome una sola persona, aún a riesgo de equivocarse. Imaginemos por ejemplo que hay un incendio en la oficina y hay que decidir si se evacúa o no. ¿Tendría algún sentido convocar una reunión para discutir los pros y los contras de cada opción o es mejor que alguien tome las decisiones de forma rápida?

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