Sindicatos. ¿Amigos o enemigos?

Es cierto que en los últimos años, los sindicato españoles han perdido buena parte de su prestigio por diferentes motivos. Lo cierto es que han evolucionado poco en su manera de trabajar y, en algunos aspectos, puede que no se hayan adaptado a algunas de las circunstancias de la nueva realidad del mercado laboral. Aún así, siguen teniendo muchísima fuerza y siguen siendo temidos por buena parte de los empresarios, sobretodo aquellas pymes que están en proceso de expansión y cerca de los 50 empleados. 

Para muchos empleadores, hablar de sindicalismo es hablar de conflictividad, denuncias, pérdida de productividad, etc. La otra cara de la moneda son los sindicalistas que consideran al patrón como el enemigo que siempre está predispuesto a abusar de su poder para explotar al proletariado. Estas dos posiciones extremas, lo único que consiguen es radicalizar a la otra parte, ponerse palos en las ruedas mutuamente y gastar más energía pensando cómo perjudicar al adversario que en buscar el beneficio común.

Hay varias realidades de las que debemos partir:
  • Sin empresa, los empleados no tendrían empleo ni salario.
  • Sin empleados, no podría realizarse el trabajo que aporta el beneficio a los accionistas.
  • Ningún trabajador quiere irse de una empresa que le trate bien y satisfaga sus necesidades.
  • Ningún empresario quiere prescindir de sus mejores empleados.

He pensado añadir una quinta realidad: RRHH quiere conocer las necesidades, preocupaciones y expectativas de las personas que forman sus equipos, pero he pensado que aceptar que esto es una realidad absoluta es ser demasiado iluso.

Los delegados sindicales pueden ser una fuente de información muy valiosa para la empresa si buscamos una relación win-win. Los empleados les cuentan cosas que jamás contarían a sus jefes y mucho menos a alguien de RRHH. No es una cuestión personal, sino de roles. Y, bien utilizada, esa información puede servir para detectar el problema en su fase inicial, cuando es mucho más fácil de tratar. Si damos solución al problema, retroalimentamos el win-win, ya que el delegado verá que su trabajo es útil, que consigue fidelizar afiliados y seguirá buscando una relación fluida con RRHH. Si no percibe esa complicidad por parte de la empresa, entenderá que el único modo de cambiar cosas es mediante denuncias a la Inspección, algo mucho más lento y desagradable para las dos partes.

Por otro lado, los delegados de prevención pueden actuar como "auditores" de la aplicación de las políticas preventivas sobre el terreno. Ellos "patean" la empresa, se mueven por ella y hablan con mucha gente. Si nos reportan deficiencias y las solucionamos, posiblemente estaremos evitando sanciones y accidentes de trabajo.

No se trata de ser amigos ni de estar siempre de acuerdo. De hecho, algo iría mal si empresa y representación sindical están siempre de acuerdo. Se trata de discutir (a veces mucho) y buscar acuerdos con una posición empática y aplicando mucho sentido común. Seguirán existiendo empresarios y sindicalistas radicales que buscarán esa confrontación inútil, pero las empresas y los empleados ganarán mucho más si ambas partes trabajan como socios que observan la realidad desde posiciones diferentes pero con objetivos comunes.

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